Un ladrón de cables fue captado por una cámara de seguridad en el preciso momento en que cometía el robo. El hombre, que no tenía camisa ni zapatos, se aferraba a los cables de electricidad, como si fueran cuerdas para un acto de equilibrio, ejecutando una arriesgada danza entre los hilos suspendidos en el aire.
Con destreza circense, el ladrón se deslizó entre los cables con agilidad. Sin miedo a la gravedad, buscó cortar el valioso material cubierto de plástico, pero relleno de cobre. Su objetivo era claro, extraer los cables para venderlos por kilo, y equipado con una segueta, el ladrón realizaba cortes precisos mientras mantenía su equilibrio en las alturas.
A medida que el hombre se acercaba a su objetivo final. Con un movimiento calculado, logró cortar los cables deseados, pero su hazaña llegó a su fin abruptamente, pues la cámara registró cada movimiento del ladrón, siguiéndolo hasta que perdió el equilibrio y cayó estrepitosamente al suelo.
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